


Calligraphic tours: una buena opción para las vacaciones de verano
Llegan las vacaciones y las posibilidades de ampliar el conocimiento sobre la caligrafía, su historia, sus técnicas y su evolución por todo el mundo son múltiples. Si sabemos planificar nuestro tiempo de ocio y los destinos, podremos encontrar verdaderas joyas museísticas de un continente a otro.
Para empezar, los museos de las grandes Bibliotecas Nacionales o los de colecciones bibliográficas históricas son una buena opción cuando llegamos a una capital de nación. En ocasiones, grandes ciudades como Moscú albergan museos específicamente dedicados a la caligrafía contemporánea, con colecciones y galerías que se suman a los talleres y actividades prácticas que se ofrecen dentro de su programación cultural. En otras, como en la pequeña ciudad austríaca de Pettenbach (5000 habitantes), es posible admirar un museo tan especial como el Schrift und Heimatmuseum Bartlhaus (en imagen). Fuera de Europa, si saltamos a Estados Unidos, la costa Oeste y la siempre deslumbrante San Francisco nos permite contemplar la Harrison Collection of Calligraphy en la Biblioteca Pública de San Francisco.
Mientras, también en California, la Getty Collection de Los Ángeles es un lugar de culto para los calígrafos por una sencilla razón: entre sus múltiples fondos se halla uno de los manuscritos caligráficos más sorprendentes, bellos y perfectos de todos los tiempos: elMira Calligraphiae Monumenta, obra excelsa de dos autores que no coincidieron en vida: el calígrafo húngaro Georg Bocskay, (1561-1562) y el ilustrador flamenco Joris Hoefnagel 1591-1596.
Exposición en la Biblioteca Nacional de España (Madrid), 2013: “Caligrafía Japonesa”.
Londres, París, Estambul, Tokyo y hasta Kuala Lumpur con su Islamic Arts Museum son, en suma, opciones para planificar un verano lleno de trazos, estímulos y letras con los que seguir admirando “la bella escritura” por todo el mundo y en todas las culturas.
¡Buen verano!!
Selección de 10 colecciones donde admirar obra caligráfica:
1. Herzog August-Wolfenbüttel Library. Herman Zapf Collection
2. Contemporary Museum of Calligraphy. Moscow
3. San Francisco Public Library. Richard Harrison Collection of Calligraphy and Lettering
4. Islamic Arts Museum Malaysia.Kuala Lumpur. Qur’an and Manuscripts.
5. Sakıp Sabancı Museum Collection of the Arts of the Book and Calligraphy. Istanbul.
6. Sharjah Calligraphy Museum. United Arab Emirates
7. Victoria and Albert Museum National Art Library, Modern Calligraphy Collection. London.
8. Japan Calligraphy Museum. Itabashi, Tokyo
9. Tokyo National Museum. CalligraphyCollection.
10. Douglas F. Cooley Memorial Art Gallery, Reed College, Portland, EEUU
Naturalmente, es sólo una selección. Más museos para visitar, aquí.
Otro día… , los museos de letras y tipografía!!

Escrituras quebradas, recuerdos firmes: Schreibkultur en Baja Sajonia
Marzo. De nuevo regreso a la bella, tranquila, apacible y muy académica ciudad de Göttingen (Baja Sajonia). En su biblioteca universitaria desarrollo una estancia corta de investigación con sus fondos bibliográficos. Las horas de trabajo se ven coronadas cada día con la consulta de tratados y numerosas obras sobre caligrafía e historia de la escritura, cuestión que en las universidades alemanas alcanza una consideración realmente extraordinaria. Así, cada mañana, sobre mi mesa se encuentran obras de maestros como el holandés Jan Van den Velde y sus imposibles virtuosismos caligráficos o la edición facsímil del Novo modo d´insegnar a scrivere, uno de los más célebres tratados de escritura y caligrafía del renacimiento italiano junto a los imprescindibles Tagliente, Arrighi o el Vicentino.
No son pocas las ocasiones ni los estímulos caligráficos que esta maravillosa ciudad ofrece para ejercitar la pluma. Tampoco está mal dotado su centro urbano de tiendas donde encontrar novedades tanto en papel como en objetos de escritura como Wiederholdt o la pequeña pero coqueta tienda Folio.
Durante estas jornadas apacibles, he trabajado con obras que se centran de manera muy profunda en la familia de letras góticas o letras quebradas (Gebrochenen Schriften), encontrando importantes tratados sobre la Fraktur y sus variantes, sobre la Fraktur como objeto de identidad gráfica nacional hasta 1941, la Fraktur y la polémica clásica con la Antiqua estudiada por Silvia Hartmann, Schwabacher vs. Fraktur…., Fraktur y más Fraktur, como objeto de fascinación que en mi caso es casi total.
Así que con una emoción extraordinaria, accedo a la colección completa de la mítica revista Die Deutsche Schrift, publicación que desde 1918 hasta nuestros días se erige en uno de los más acabados y más extraordinarios proyectos editoriales centrados en el estudio del universo caligráfico y tipográfico alemán contemporáneo. Promovida por la no exenta de polémica „Unión de la Escritura y la Lengua Alemanas” (BfdS) la publicación suspendió temporalmente sus actividades en 1941 debido a la censura del régimen nazi así como por la prohibición del uso de la letra gótica ese mismo año.
Los artículos incluidos en sus números, los estudios, ensayos, reflexiones, las muestras, los modelos de letra inspirados en la letra quebrada gótica alemana son ávidamente consultados, fotografiados e incorporados a nuestro archivo. Paralelamente, siguen llegando a la estantería de trabajo las monografías solicitadas como la de Albert Kapr, Fraktur: form und Geschichte der gebrochenen Schriften o la increíble muestra de fonts publicadas por E.G. Rehse bajo el significativo título de Gebrochenen Schriften (de nuevo, “escrituras quebradas”).
Todas estas lecturas refuerzan mi teoría que hace del estudio de las grandes familias de letras que han marcado la historia de la escritura, una influencia determinante para mejorar la competencia caligráfica real. Estudiar la historia de la tipografía y la caligrafía contemporáneas ofrece así una suerte inestimable de influencias, estímulos visuales y ejemplos de toda clase y condición para poner en práctica y experimentar diariamente.
Pasan así las horas de trabajo paciente y sosegado en la biblioteca universitaria, pero lo mejor está por llegar. Cuando pensaba que estas fuentes documentales determinantes para mi investigación en caligrafía como disciplina científica serían las protagonistas absolutas de la estancia en Göttingen, descubrimos algo extraordinario: a unas dos horas en tren, la mítica Biblioteca Augusta (Herzog August Wolfenbüttel)alberga la colección particular y el archivo privado de uno de los más grandes calígrafos contemporáneos y generador de innumerables influencias: Hermann Zapf.
Es curioso que Zapf naciese en uno de los centros por excelencia de la Schreibkultur de Alemania: la ciudad de Nüremberg, cuna de Durero y sede de fábricas y empresas tan indisolublemente ligadas a los productos alemanes de escritura como Staedtler, Kaweco, etc.
Sin más tiempo que perder, emprendemos viaje hasta Wolfenbüttel. El trayecto es cómodo y resulta muy agradable al observar desde el tren el bello paisaje de Baja Sajonia en un día realmente extraordinario de luz y sol. En la biblioteca nos atienden con sumo afecto y profesionalidad la señora Minners y el señor Christian Heitzmann, jefe del departamento de manuscritos y, responsable por tanto, de la colección Zapf. Consultamos algunas carpetas cuidadosamente clasificadas, descritas y conservadas. Una de las más vivas impresiones me asalta cuando accedo al cruce epistolar entre dos colosos del diseño gráfico y el arte de la letra del siglo XX: Zapf y Saul Bass, responsable de tantos y tan maravillosos tipos de letra utilizados en la industria cinematográfica desde los años 60. Paralelamente a este magnífico hallazgo, los miles de volúmenes de la biblioteca ocupan paredes y paredes, cubriendo completamente los muros, sin necesidad de decoraciones complementarias. Ruedas de lectura inspirada en la célebre de Ramelli, esferas y mapas mundi se suceden desde la sala principal de exposición hasta el resto de salas donde se exponen piezas admirables tanto manuscritas como impresas. Allí donde se posa la vista, por ejemplo en los millares de encuadernaciones con sus lomos a la vista, las “gebrochenen schriften” marcan el panorama escriturario.
No menos sorprendente y brillante es el centro histórico de esta población, tan genuinamente germánica. Antes de regresar, Wolfenbüttel aún habrá de ofrecernos un último e inesperado obsequio: el de la pequeña pero encantadora librería anticuaria que rige el señor C. Hoffmeister cuya amabilidad y buen hacer nos deja profundamente sorprendidos. Compramos unas cuantas cosas, como el original estudio de Konrad F. Bauer, Leonhard Wagner: der Schöpfer der Fraktur (Frankfurt, 1936) sobre los orígenes históricos de la Fraktur y salimos de la localidad de Wolfenbüttel con una agradabilísima sensación de reposo y estudio que nos ensancha el corazón para acometer próximas empresas.

¿Para qué este blog? Orígenes de la idea
Era muy sencillo. En Al pie del cañón, mi anterior blog, trataba de ordenar cada cierto tiempo ideas en torno al mundo de la inteligencia para la seguridad y la defensa desde sus muy diversas perspectivas y enfoques. Y a veces se colaban contenidos colaterales que eran más propios de la historia social de la cultura escrita. Pero entre mis intereses de estudio hay otros muchos aspectos que poco o nada tienen que ver con los Intelligence Studies y sí con una perspectiva más personal que se orienta hacia la creatividad vinculada al universo de lo escrito, de la letra y sus posibilidades tanto expresivas como emocionales, dentro de procesos de comunicación que aglutinan desde la paleografía a la historia social de la cultura escrita, las habilidades caligráficas o el porqué de un mundo que, para mí, tiene forma de letra.
Al pie de las letras es aún más personal, más breve en sus contenidos, más ágil y derivado, como digo arriba, de algo que es resultado de la mezcla de muchas cosas pero que tienen un denominador común: mi interés por el Universe of lettering en sus más variadas acepciones. Claro que también incluyo, como no podía ser menos, cuestiones relativas a las prácticas, resultados y representaciones de la escritura desde una perspectiva, repito, muy personal y alejada por tanto de los modelos comunicativos más académicos al uso. No faltarán menciones a libros, lecturas, papeles acumulados, a mi colección de documentos, a tipologías documentales que completan estanterías y cajas, etc.
Empecé a pensar en este blog el pasado jueves (6 de diciembre). Le di vueltas y forma mientras leía la prensa y la casualidad caprichosa y sorprendente hacía coincidir dos obituarios. El mismo día 5 fallecían dos genios, dos creadores, dos nombres que dejaron huella en sus respectivos campos de actividad. Además, los dos han muerto longevos (104 y 92 años respectivamente) y nos dejan obras cumbres tanto de la arquitectura como de la música. Me refiero al arquitecto brasileño Oscar Niemeyer y al compositor y músico de jazz estadounidense Dave Brubeck.
Se da la circunstancia, además, de que estos dos nombres están muy asociados a mi recuerdo infantil y juvenil. Aquellos dictados escolares, aquellos libros de lecturas dispares incluían textos muy variopintos, que iban desde capítulos de obras sobre animales salvajes hasta fragmentos de novelas o ensayos que aún no entendíamos. No olvidaré nunca que en uno de ellos aparecía el nombre de Niemeyer asociado para siempre a Lucio Costa y la gesta urbanística y arquitectónica conseguida en la ciudad de Brasilia. No sé por qué, pero aquellos nombres me los aprendí muy pronto. Mientras, el Dave Brubeck Quartet me acompañó en aquella edad de los 17-18 años en que yo consumía cantidades verdaderamente descomunales de música y cine. En aquella benemérita (y ya desaparecida) emisora de Radio 80 serie oro, escuché decenas de veces los compases del insuperable Take Five, con Paul Desmond al saxo.
Han muerto, por tanto, dos creadores el mismo día y, además, en la misma semana en que conmemorábamos en Aragón el quinto centenario del nacimiento de otro gran nombre: el historiador Jerónimo Zurita, el primero de la Corona de Aragón (1548), cumbre de la historiografía de los siglos modernos. Por invitación de Heraldo de Aragón, escribí unas páginas a propósito de la vinculación entre archivo y construcción historiográfica.
El caso es que, ahora, sentado frente a la Puerta de Alcalá en un sitio agradable que no conocía llamado [H]arina y cuyos desayunos recomiendo vivamente, pienso sobre los procesos de creación y qué mueve al ser humano a configurar espacios de belleza única, a generar ritmos y notas para producir melodías o para acumular libros, documentos y manuscritos y ordenar así el pasado y generar una obra imperecedera. En suma, crear, innovar, vivir!. Los resultados de esa creatividad son ejemplos señeros de cada momento, testigos de cada época que heredamos y disfrutamos nosotros. Pero, a veces, los testimonios más cotidianos y menos solemnes (como por ejemplo, una carta anónima) nos sobrecogen aún más y nos transportan a un mundo ya desaparecido pero que podemos recrear y revivir.
En suma, historias de éxitos, de reconocimientos y laureles por la obra, hecha arte imperecedero aún cuando sus autores desaparecen. Desaparecen y, en algún caso, tienen todavía tiempo y coraje para reflexionar sobre el mismo proceso de desaparición y muerte. Hace falta una gran fortaleza de espíritu para anotar, comentar y reflexionar con lucidez sobre la muerte cuando uno se está muriendo. De ahí que vincule en estos días dos lecturas de otros dos grandes colosos contemporáneos: Susan Sontag (Un mar de muerte, escrito por su hijo David Rieff) y Christopher Hitchens (Mortalidad). Los dos fallecieron por cáncer y los dos nos legaron dos libros que constituyen, a mi juicio, una hondísima lección de cómo dos pensadores y creadores intelectuales de primera fila afrontan la muerte. Su muerte. Los tengo ahora encima de la mesa, para hacer uno de esos ejercicios de comparación de textos afines que tanto me gusta llevar a cabo de vez en cuando.
Por eso y para terminar, la tercera noticia del día sumaba otro punto de tristeza a la idea de desaparición, extinción y muerte. El mismo día que morían estos dos grandes creadores, en la playa de la Concha de San Sebastián, una majestuosa ballena Rorcual de veinte metros, quedó varada. Allí, sin posibilidad de salvamento y tras unas horas de agonía, murió. ¿Y qué queda de la ballena cuando muere, además de la fotografía llena de lirismo y silenciosa solemnidad? Queda, como ya nos regaló Eco, su nombre.
Bienvenidos por tanto y simplemente situémonos al pie de esas letras que marcan el ritmo de vidas y quehaceres, sueños y anhelos.