Conversaciones en Silencio

Cuando hago caligrafía, asisto a un extraordinario diálogo en silencio. No es el resultado de la ejecución caligráfica lo más anhelado, sino el desarrollo, el transcurso, la comunicación que se establece entre mi cerebro, mi mano y la respuesta que encuentro en la pluma, la tinta, el papel… Todos ellos me hablan a su manera y con sus particularidades. La personalidad de cada uno de ellos se muestra al momento y con todos ellos inicio un proceso de comunicación lleno de magia y maravillosas conversaciones en silencio. La familia de plumas y sus grosores, los pinceles, el tiralíneas…, todos se deslizan y exploran un soporte que me responde unas veces suave, otras rugoso, otras necesitado de tinta, acuarela o gouache que maticen su seriedad o que aporten gravedad a su liviandad. En suma, propiciamos que juntos y de manera armónica, lleguemos a encontrar un espacio de diálogo con forma caligráfica. El registro de nuestras conversaciones es la obra final, una obra que a veces dura apenas el tiempo de un café, o se prolonga durante días.

El gran calígrafo Claude Mediavilla ha señalado que una de las partes fundamentales del trabajo son “las fuentes paleográficas, sin las cuales no podría haber ni verdad histórica ni percepción de la dimensión artística”. He trabajado con documentos históricos desde los 20 años. Primero como alumno de paleografía y diplomática. Ahora, como profesor, compruebo todos los días con mis alumnos del Grado en Información y Documentación la extraordinaria simbiosis que se genera al realizar trazos caligráficos para comprender el fundamento de la lectura de documentos antiguos, competencia imprescindible para todos ellos, futuros profesionales de archivos y bibliotecas.En una época dominada por los dedos índices y pulgar para la escritura de mensajes (está por ver que también se eliminen las competencias arduamente adquiridas a golpe de tecla en las beneméritas academias de mecanografía tradicionales) es preciso reivindicar el valor de lo escrito a mano. Se pierde la costumbre de escribir cartas. Apenas hay postales (desde la playa o por Navidad) en los buzones. Los carteros, otrora atareados por semejante cúmulo de prácticas epistolares (desde el frente de guerra, de los enamorados, de los exiliados, de los amigos, de la familia que buscaba así mantener tensado el hilo que unía a sus seres queridos…), se vienen quejando durante años del alarmante descenso de tráfico de cartas, postales y tipologías documentales escritas a mano.
La letra empeora, coger un bolígrafo y escribir suscita una especie de resistencia invisible: los dedos no responden, los trazos son lentos y torpes. No digamos coger una pluma, objeto éste que se sitúa ya en lo exótico anacrónico, salvo para sus incondicionales, entre los que me encuentro. Y es que hoy, escribir a mano se contempla como práctica arcaica, incluso fuera de la modernidad digital más beligerante. Si escribir a mano empieza a ser infrecuente, practicar caligrafía es sencillamente una rareza. Por ello, ofrecer un nivel de calidad estética superior en el ejercicio de la escritura bella y correctamente realizada (eso significa caligrafía) es una puerta extraordinaria hacia una experiencia diferente, hacia un cúmulo de sensaciones estéticas generadas por letras que no son simples posiciones en un abecedario.En suma, estoy hablando de las insondables capacidades, beneficios y virtualidades de la Caligrafía. Algunas de ellas las sintetizo a continuación:
1. No he conocido aún a nadie en el mundo, desde Ecuador a Alemania, de Italia a Japón que no se emocione con la caligrafía: la caligrafía y la generación de sensaciones son indisociables. La caligrafía proporciona un diálogo intercultural e interregional como consecuencia de los usos, costumbres y modelos de escritura atesorados a lo largo de los siglos por pueblos, religiones y estilos. La caligrafía une pueblos y tradiciones. Pocas emociones tan genuinamente humanas asociadas a la elevación cultural y comunicativa como la de dos personas que practican caligrafía y que, desde sus particulares culturas, religiones o zonas del mundo encuentran en el trazo bello una conexión íntima que tal vez sólo se equipare a la música o a la poesía.
2. La caligrafía es fuente insondable de sensaciones y experiencias comunicativas y estéticas. La escritura es eterna: en papiro, en piedra, en pantalla o en una humilde hoja de árbol, el hombre ha necesitado y necesitará plasmar por escrito su pasión, sus acciones, su destino y su pasado: la caligrafía hace que todo eso trascienda de la mera utilidad y del mero mensaje.
3. La caligrafía envuelve el mensaje, lo mima con sus trazos, le ofrece un abrigo insuperable. La caligrafía es por sí sola una de las artes mayores en muchas culturas; pero combinada con una buena estrategia de comunicación, mercadotecnia y diseño puede alcanzar una interacción sublime.
4. La caligrafía no es sólo texto sino que configura un determinado modo de contemplar lo escrito. No son sólo letras bellas, originales ni simples trazos ejecutados correctamente. Los ojos del calígrafo penetran en el alma de cada letra y en cada trazo anida una sensación. En muchas ocasiones, el mensaje se empequeñece ante la belleza extraordinaria de las letras, sus trazos y composición: la forma llega a superar al contenido. La caligrafía está teóricamente al servicio de la comunicación pero un excesivo embellecimiento puede provocar un deslumbramiento expresivo, llegando a dificultar la transmisión del mensaje. Así, hay creaciones en que sería más pertinente hablar de “mirar caligrafía” en lugar de “leer caligrafía”.
5. En caligrafía, también el medio (tipo de letra, diseño caligráfico, colores, composición, tipo de soporte, etc.) es en muchas ocasiones, el mensaje. ¿Qué se pretende: escribir un mensaje para su correcta comprensión o más bien el texto es un pretexto para lucirse con trazos, filigranas, astiles, ligaduras, grosores, contrastes y colores?
6. La caligrafía tiene efectos terapéuticos: hace que los sinsabores cotidianos se disuelvan, al menos momentáneamente mientras las letras van tomando formas que armonizan con un todo. Practicar caligrafía relaja y reconforta. Yo lo he experimentado muchas veces y sólo tengo que mirar a mis alumnos cuando practican caligrafía para comprender el grado de ensimismamiento y pausada dedicación que se genera en nuestro contemporáneo “scriptorium” en la clase. La caligrafía permite volar y dejar que la imaginación trabaje explorando mundos insondables estéticos e innovadores. Es innegable que la caligrafía proporciona efectos terapéuticos para la salud emocional de ahí que me haya propuesto estudiar los beneficios de la escritura embellecida.
7. La caligrafía forma parte de cualquier proyecto de diseño de comunicación. Es imprescindible ahondar, estudiar e investigar sobre su papel y sus enormes posibilidades.
8. La caligrafía no está reñida con la tipografía, al contrario. Pero no son sinónimos.
9. Por todo ello y mucho más, es imprescindible comprender las múltiples dimensiones de la ejecución caligráfica. No sólo es su historia, sus técnicas materiales y diseños. No es mera contemplación sino honda penetración e interés por un arte que hunde sus raíces en las más bellas y solemnes tradiciones expresivas para adentrarse en todo un mundo lleno de matices, de posibilidades en el universo creativo y de diseño digital contemporáneo. La caligrafía es mucho más: debe reivindicar sus excelentes cualidades comunicativas comprendiendo su rico pasado proyectándolo hacia el futuro.
10. Sin investigación, sin profundidad interdisciplinar, hablar de caligrafía seguirá recordando a espacios cerrados y sólo para elegidos. Caligrafía a la calle, a la oficina, al envase, a la carta…, al muro!!

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