Marzo. De nuevo regreso a la bella, tranquila, apacible y muy académica ciudad de Göttingen (Baja Sajonia). En su biblioteca universitaria desarrollo una estancia corta de investigación con sus fondos bibliográficos. Las horas de trabajo se ven coronadas cada día con la consulta de tratados y numerosas obras sobre caligrafía e historia de la escritura, cuestión que en las universidades alemanas alcanza una consideración realmente extraordinaria. Así, cada mañana, sobre mi mesa se encuentran obras de maestros como el holandés Jan Van den Velde y sus imposibles virtuosismos caligráficos o la edición facsímil del Novo modo d´insegnar a scrivere, uno de los más célebres tratados de escritura y caligrafía del renacimiento italiano junto a los imprescindibles Tagliente, Arrighi o el Vicentino.
No son pocas las ocasiones ni los estímulos caligráficos que esta maravillosa ciudad ofrece para ejercitar la pluma. Tampoco está mal dotado su centro urbano de tiendas donde encontrar novedades tanto en papel como en objetos de escritura como Wiederholdt o la pequeña pero coqueta tienda Folio.
Durante estas jornadas apacibles, he trabajado con obras que se centran de manera muy profunda en la familia de letras góticas o letras quebradas (Gebrochenen Schriften), encontrando importantes tratados sobre la Fraktur y sus variantes, sobre la Fraktur como objeto de identidad gráfica nacional hasta 1941, la Fraktur y la polémica clásica con la Antiqua estudiada por Silvia Hartmann, Schwabacher vs. Fraktur…., Fraktur y más Fraktur, como objeto de fascinación que en mi caso es casi total.
Así que con una emoción extraordinaria, accedo a la colección completa de la mítica revista Die Deutsche Schrift, publicación que desde 1918 hasta nuestros días se erige en uno de los más acabados y más extraordinarios proyectos editoriales centrados en el estudio del universo caligráfico y tipográfico alemán contemporáneo. Promovida por la no exenta de polémica „Unión de la Escritura y la Lengua Alemanas” (BfdS) la publicación suspendió temporalmente sus actividades en 1941 debido a la censura del régimen nazi así como por la prohibición del uso de la letra gótica ese mismo año.
Los artículos incluidos en sus números, los estudios, ensayos, reflexiones, las muestras, los modelos de letra inspirados en la letra quebrada gótica alemana son ávidamente consultados, fotografiados e incorporados a nuestro archivo. Paralelamente, siguen llegando a la estantería de trabajo las monografías solicitadas como la de Albert Kapr, Fraktur: form und Geschichte der gebrochenen Schriften o la increíble muestra de fonts publicadas por E.G. Rehse bajo el significativo título de Gebrochenen Schriften (de nuevo, “escrituras quebradas”).
Todas estas lecturas refuerzan mi teoría que hace del estudio de las grandes familias de letras que han marcado la historia de la escritura, una influencia determinante para mejorar la competencia caligráfica real. Estudiar la historia de la tipografía y la caligrafía contemporáneas ofrece así una suerte inestimable de influencias, estímulos visuales y ejemplos de toda clase y condición para poner en práctica y experimentar diariamente.
Pasan así las horas de trabajo paciente y sosegado en la biblioteca universitaria, pero lo mejor está por llegar. Cuando pensaba que estas fuentes documentales determinantes para mi investigación en caligrafía como disciplina científica serían las protagonistas absolutas de la estancia en Göttingen, descubrimos algo extraordinario: a unas dos horas en tren, la mítica Biblioteca Augusta (Herzog August Wolfenbüttel)alberga la colección particular y el archivo privado de uno de los más grandes calígrafos contemporáneos y generador de innumerables influencias: Hermann Zapf.
Es curioso que Zapf naciese en uno de los centros por excelencia de la Schreibkultur de Alemania: la ciudad de Nüremberg, cuna de Durero y sede de fábricas y empresas tan indisolublemente ligadas a los productos alemanes de escritura como Staedtler, Kaweco, etc.
Sin más tiempo que perder, emprendemos viaje hasta Wolfenbüttel. El trayecto es cómodo y resulta muy agradable al observar desde el tren el bello paisaje de Baja Sajonia en un día realmente extraordinario de luz y sol. En la biblioteca nos atienden con sumo afecto y profesionalidad la señora Minners y el señor Christian Heitzmann, jefe del departamento de manuscritos y, responsable por tanto, de la colección Zapf. Consultamos algunas carpetas cuidadosamente clasificadas, descritas y conservadas. Una de las más vivas impresiones me asalta cuando accedo al cruce epistolar entre dos colosos del diseño gráfico y el arte de la letra del siglo XX: Zapf y Saul Bass, responsable de tantos y tan maravillosos tipos de letra utilizados en la industria cinematográfica desde los años 60. Paralelamente a este magnífico hallazgo, los miles de volúmenes de la biblioteca ocupan paredes y paredes, cubriendo completamente los muros, sin necesidad de decoraciones complementarias. Ruedas de lectura inspirada en la célebre de Ramelli, esferas y mapas mundi se suceden desde la sala principal de exposición hasta el resto de salas donde se exponen piezas admirables tanto manuscritas como impresas. Allí donde se posa la vista, por ejemplo en los millares de encuadernaciones con sus lomos a la vista, las “gebrochenen schriften” marcan el panorama escriturario.
No menos sorprendente y brillante es el centro histórico de esta población, tan genuinamente germánica. Antes de regresar, Wolfenbüttel aún habrá de ofrecernos un último e inesperado obsequio: el de la pequeña pero encantadora librería anticuaria que rige el señor C. Hoffmeister cuya amabilidad y buen hacer nos deja profundamente sorprendidos. Compramos unas cuantas cosas, como el original estudio de Konrad F. Bauer, Leonhard Wagner: der Schöpfer der Fraktur (Frankfurt, 1936) sobre los orígenes históricos de la Fraktur y salimos de la localidad de Wolfenbüttel con una agradabilísima sensación de reposo y estudio que nos ensancha el corazón para acometer próximas empresas.